Época: Mesoamérica
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Arte del Postclásico en Mesoamérica

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Tras la caída de Chichén Itzá en 1221, el asentamiento de Mayapán integró políticamente amplios territorios al norte del Yucatán, revitalizando algunas de las tradiciones artísticas mayas, como el culto a la estela y el uso del estuco. Está planificado como un recinto amurallado donde los edificios se aglomeran en su interior en un área de 5 kilómetros cuadrados, evidenciando fuertes diferencias con la mayoría de las ciudades mesoamericanas. La arquitectura de la ciudad es, por lo general, decadente en comparación con las realizaciones Puuc o las toltecas, construyendo pobres imitaciones de edificios de Chichen Itzá, como El Castillo. Paralelamente a la continuidad de patrones toltecas se reinstauran otros muchos mayas, como lo demuestra la talla de diez estelas de interesante diseño, aunque técnicamente deficientes, y que hacen referencias al dios de la lluvia, Chac, y a períodos de tiempo como el Acantun. A partir de esta etapa se hicieron comunes los incensarios decorados con las figuras de algunas divinidades y sacerdotes importantes, como Chac, el dios de la lluvia y Quetzalcoatl.
Tulum y otros centros emplazados en la costa del Caribe que funcionan como faros y puertos, mantienen semejanzas con Mayapán, y se caracterizan por el desarrollo de un arte mural que tiene correspondencia con un estilo internacional denominado Mixteca-Puebla.

Este estilo, complementado con cerámicas polícromas y códices de estilo mixteca que tuvieron gran relevancia en el centro de México, tiene su prolongación en el norte de las tierras bajas mayas por medio de algunos de los códices pintados de los mayas. Mezclando colores en azul, blanco, rojo y amarillo sobre fondo negro, estos murales reflejan a veces una iconografía propia del centro de México como los dioses Tezcatlipoca, Xipe Totec o Quetzalcoatl, junto a divinidades, hombres y glifos de estilo maya.

Los códices mayas que se asemejan a los murales pintados en algunos centros de finales del Postclásico, denominados Dresde, París, Madrid y Grolier por los sitios donde están depositados, contienen una valiosa información sobre el sistema de creencias, rituales y los cálculos astronómicos de los mayas inmediatamente anteriores a la conquista, y han servido para la reconstrucción de la sociedad del Postclásico.

En arquitectura, los centros de la Costa Oriental levantaron pequeños templos, construidos con un revestimiento tan irregular que obliga a colocar gruesas capas de estuco para disimular las carencias técnicas; se rompe la simetría axial y de nuevo aparecen grandes mascarones en los templos, al tiempo que se hace muy común en la iconografía la imagen del dios descendente.

No sería exacto limitar la cultura maya de esta época a la península de Yucatán, ya que con diferentes resultados fue también reformulada en el altiplano guatemalteco, donde se desarrollaron varios Estados muy militarizados y competitivos entre sí. Sus capitales, que centralizaban el poder político y religioso, se situaron en lugares altos y bien defendidos tal y como vemos en Zaculeu, Mixco Viejo, Utatlán o Iximché; su planificación se corresponde en general con el canon maya de localización de edificios religiosos y administrativos en torno a plazas, aunque es innegable la presencia de influencias arquitectónicas procedentes del centro de México como es el uso de columnas, plataformas con templos dobles, pequeños altares con escalinatas, pinturas murales polícromas sobre el estuco que recubre los edificios, etcétera. Asimismo se ha generalizado en contextos funerarios el uso de objetos de metal en oro, cobre y tumbaga, y las cerámicas bicromas -Fortaleza Blanco sobre rojo- y polícromas -Chinautla-, están presentes en todos los yacimientos pre-conquista, y algunas de ellas tendrán una interesante continuidad a través de la etapa colonial hasta la actualidad.